Día del Trabajador: de luchas históricas a desafíos modernos

Hoy, tanto en Argentina como globalmente, los avances tecnológicos y los cambios económicos exigen replantear lo que significa ser trabajador.

Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”, fue el reclamo que dio origen, a fines del siglo XIX, a que cada Primero de Mayo sea el Día Internacional del Trabajador.

Hoy, tanto en Argentina como globalmente, los avances tecnológicos y los cambios económicos exigen replantear lo que significa ser trabajador.

Aunque muchos de los antiguos reclamos de trabajadores persisten, se sumaron otros: la automatización, los cambios en la estructura económica global y la tecnología en general no solo presentan desafíos, sino también oportunidades sin precedentes para los trabajadores.

Argentina, luego de más de una década con el empleo privado estancado, acaba de entrar en un periodo de ajuste económico significativo, con una fuerte promesa de desregulación y apertura económica. Estos cambios buscan incentivar mayor competencia y menores precios, pero también provocarán una profunda reestructuración en sectores previamente protegidos y, especialmente, en el mercado de trabajo.

Las habilidades que el mercado demanda de los trabajadores han cambiado muchísimo en estos años de parcial desconexión de nuestros mercados.

La creatividad, la adaptabilidad y el conocimiento técnico son más valorados que nunca.

Sin embargo, el trabajador promedio, ya sea con antigüedad en el sector público o en el privado, está acostumbrado a sus tareas repetitivas y a la burocracia, llegando a ser ‘robots’ de mala calidad: más lentos y con más errores que los nuevos robots, macros y algoritmos que aparecen a diario.

Y a esto se suma que los números, para muchas empresas, serán cada vez más difíciles de que cierren.

Consideremos el caso de una fábrica de calzado que abastecía al mercado interno. Frente a la competencia de productos importados más económicos (antes fabricados con mano de obra barata, ahora con robots baratos), esta empresa deberá decidir si invierte en tecnología avanzada para mejorar su eficiencia, diversifica hacia productos de mayor valor agregado, o simplemente intenta sobrevivir hasta que las circunstancias sean insostenibles. Cada opción no solo implicará la capacitación de los trabajadores en nuevas tecnologías y métodos de producción, sino que resultará en una reducción del personal. Sí, el personal que realizaba, hace décadas, tareas repetitivas.

Porque esas tareas, frente a la presión de la tecnología, tienden a ser cada vez peor pagas. No por nada los sueldos reales en la Argentina están tan bajos.

Un fenómeno que podría mitigar parcialmente esta situación es la «fuga virtual de cerebros», donde los talentos más destacados tienen ahora la posibilidad de trabajar para empresas extranjeras desde su propio país, gracias al trabajo remoto. Esto plantea un desafío adicional para las empresas locales, que necesitan mejorar sus condiciones laborales y salariales para retener a sus empleados más valiosos.

El impacto de la tecnología en el empleo es entonces, dual: por un lado, la automatización puede reducir el número de empleos en ciertas áreas; por otro, crea nuevas oportunidades en campos como el desarrollo de software, el marketing digital y la gestión de sistemas tecnológicos. Esto exige de los trabajadores una actitud proactiva para formarse continuamente y adaptarse a las nuevas exigencias.

Es verdad que debería ser el Estado quien forme mejor a sus ciudadanos, pero todos sabemos que en el corto plazo… no hay plata.

También podrían ser los sindicatos, pero bastantes desafíos tienen para defender sus pequeños feudos.

Y podríamos exigirle a las empresas que capaciten más. Pero ya vimos que, con mayor presión competitiva y demandas de sueldos más altos, las inversiones en capacitación serán mínimas.

Somos nosotros, cada uno, los que tendremos que, en el corto plazo, actualizarnos. Tomar el toro por las astas, entender qué será demandado, y convertirnos en personas más valiosas.

Habrá una mayor competencia por el talento más destacado, pero también un aumento en el desempleo. Con el Estado retirándose como generador de empleo, la oportunidad y necesidad imperiosa de celebrar un Día del Trabajador más auspicioso en 2025 reside en incentivar la creación de empleo no solo en las empresas existentes, que necesitan reducir sus nóminas, sino a través del surgimiento de nuevas empresas que ofrezcan bienes y servicios de manera eficiente, destinados al mercado interno o para la exportación.

Así, el Día del Trabajador se convierte no solo en una ocasión para recordar los derechos obtenidos, sino también para reflexionar sobre los desafíos contemporáneos.

Los trabajadores deben ver su rol no solo como empleados, sino como agentes activos en la adaptación a un mercado laboral en constante evolución.

A largo plazo tendremos “Seis horas para el trabajo, dos para aprender, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa” Pero a corto será mucho más difícil.

Este día nos invita a pensar en nuestro desarrollo, en lo que podemos hacer por nosotros, por nuestro entorno y por el país, preparándonos para los cambios que vienen con una actitud flexible y abierta al aprendizaje.

Solo así podremos asegurarnos de que los beneficios de las transformaciones tecnológicas y económicas sean distribuidos.

Feliz Día del Trabajador!!!

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