Coronavirus: cuando la tecnología se convierte en aliada para un mundo mejor
Vivimos un tiempo muy especial, inédito. Cuando uno llega a cierta edad, piensa que tiene más respuestas que preguntas. Sin embargo el coronavirus , nos lleva a un escenario donde las preguntas no tienen respuestas. La incertidumbre nos incrementa el temor y la desconfianza.
Las tecnologías digitales abarcan muchos campos de aplicación y permiten una fusión entre los mundos físicos, digital y biológico y por ello como ha dicho Klaus Schwab estamos viviendo la «cuarta revolución industrial». Mi interpretación es que el impacto del coronavirus en el mundo aceleró esa transición. Los que dudaban de su potencialidad, los que lo ignoraban y aun los que somos creyentes de esas potencialidades, el escenario de la pandemia nos transformó bruscamente en realidad. El mundo ya cambió.
La teleinformática, la automatización y la robótica, la impresión 3D, la inteligencia artificial y el big data , la internet de las cosas, la realidad virtual y el blockchain hace años que se aplican y en la Argentina hay especialistas de todas estas nuevas tecnologías.¿En qué nos desafía, este virus que nos lanzó al futuro? En el uso de esas tecnologías en todas las etapas con que estamos enfrentando la pandemia, incrementando su visibilidad y ampliando su difusión en la sociedad.En la etapa de aislamiento, como medida inicial de protección ante la ausencia de medicamentos eficaces y una vacuna que nos inmunizara, nos enfrentó a todos a resolver nuestras demandas de comunicación. La teleinformática con el uso masivo de los celulares. Estos equipos modernos son potentes computadoras con acceso a internet y responden a las características de accesibilidad, interactividad y reedificación que con tanto acierto Kelly nos describiera.
Se estima que en el mundo hay en uso 5.900 millones de equipos o sea el equivalente al 75% de la población mundial y de ellos el 25% son teléfonos inteligentes o smartphones. El aislamiento también ha impulsado en forma exponencial el teletrabajo en todo el mundo. A la Argentina, la encontró con muy escasa experiencia y débil infraestructura para poder soportarlo. En 2019, en el Libro blanco del Teletrabajo , se estimaba que solo el 7,8% de los trabajadores formales la utilizaban. El estudio demostró también que en el 84% de los casos la tarea se ejercía con una computadora portátil y 74% también con celular. Un estudio del Cippec , estima que cerca de un 28% de los trabajos son potencialmente aptos para el teletrabajo, pero ellos se reducen al 18% cuando se los analiza en función de las limitaciones de conectividad y equipamiento disponibles en nuestros hogares.
Durante el aislamiento, el comercio digital y las aplicaciones de banca remota y finanza digital han permitido a través de aplicaciones de relativa sencillez y accesibilidad mantener en cierta medida un flujo de actividades para continuar la cadena de suministros y no interrumpir totalmente el flujo del dinero. En esas prolongadas cuarentenas se incrementó el uso de las teleconsultas a organismos públicos y a profesionales, los que ha potenciado las aplicaciones existentes o desarrollado nuevas con el propósito de favorecer la detección y el autocuidado de los síntomas del coronavirus. Esta demanda ha dado un nuevo impulso a la telemedicina, una actividad cuya importancia se estima en una dimensión mundial equivalente a 50 mil millones de dólares.
Luego de tantos años de experimentación y siempre cuestionada por la comunidad docente mundial, la educación online se encontró de un día para otro que el 90% de la población estudiantil del mundo o el equivalente a 1.500 millones de personas había dejado las aulas, pues 180 países suspendieron las clases presenciales. Una demanda vertiginosa con tiempos muy lentos de respuesta de acuerdo a la existencia de infraestructura y formación docente preparada para esa demanda. Pero con distintas soluciones y preparaciones las clases han sido virtuales. Una vez más veo que la tecnología es un aliado indispensable.. Hay un inmenso espacio de oportunidades para el desarrollo de tecnologías colaborativas que debería servirnos para derribar prejuicios entre públicos y privados, estatales y empresarios, científicos y tecnológicos. La Argentina demuestra cuando se la exige, que tiene una tremenda capacidad solidaria y emprendedora. La tecnología no está ajena a ser utilizada con sentido social. Se requiere de los dirigentes políticos y empresarios que construyan los puentes inexistentes con el sistema científico y tecnológico, planteando problemas concretos para que de ellos fluya el conocimiento para encontrar soluciones urgentes que necesitamos para enfrentar en forma inteligente la salida de esta pandemia. La demanda es clara, las capacidades existen, es el momento de colaborar con sentido nacional.
Esta es una posibilidad de que la tecnología deje de ser mirada como alejada o enfrentada a la sociedad, pues su verdadero sentido es desarrollar un mundo mejor.